Si existe alguna palabra que se repita a menudo en estas fechas y de la cuál todo el mundo habla es la palabra Paz. Se nos insta a regalar paz, se nos motiva a vivir en paz. Y es que de una u otra manera andamos en búsqueda de experimentarla en nuestras vidas, ya que asociamos la palabra paz a estar libres de problemas, aflicciones y dificultades.
Así que el mundo ofrece una sensación de paz que sólo funciona cuando todo va bien. Pero cuando todo se desmorona a nuestro alrededor parece que desaparece porque se basa en las circunstancias, hasta el punto que puede comercializarse.
Jesús es el verdadero significado de Paz. Vino a esta tierra para traernos especialmente ese regalo que solo experimentamos de la manera que Él lo da. Y eso sucede cuando somos uno a través de Él, es por eso que Su nombre es “Príncipe de Paz”. Porque Él gobierna a través de Su Santo Espíritu de modo que pueden haber dificultades a nuestro alrededor o sentir que caminamos por ese valle de sobra y de muerte o atravesamos el fuego de las pruebas. Pero, la paz de Dios, sobrepasa todo entendimiento, y es la que guarda nuestros corazones y nuestros pensamientos como lo dice en Filipenses 4:7, porque está conectada a Su voluntad y propósito.
Cuando probamos un medicamento que surte efecto y obtenemos óptimos resultados, inmediatamente lo recomendamos y hablamos de sus beneficios. De igual manera y con total certeza, al experimentar esa paz que es el antídoto perfecto contra toda ansiedad, dolor, angustia o temor; podemos dar testimonio y compartir de ella. Esa paz que, aunque no veamos el resultado final, nos hace seguir confiando para poder esperar.
¿En qué radica nuestra paz hoy? ¿Podemos decir que Él es ese Príncipe de paz para nosotras y controla nuestras emociones? ¿O estamos envueltas en el bullicio que provocan los problemas y demandas de éste mundo?
Qué sea Su Paz la que hoy repose en nuestra alma, que gobierne nuestro corazón y dirija nuestros pensamientos; que lo único que escuchemos sea Su voz y pueda reflejarse en nuestras acciones.
Como barro en sus preciosas manos
Grethel Elías Ruiz