“Más valen dos que uno,
porque obtienen más fruto de su esfuerzo.
Si caen, el uno levanta al otro.
¡Ay del que cae
y no tiene quien lo levante!”
Eclesiastés 4:9-10
Corrí mi tercera media maratón el pasado diciembre. Voy a ser muy honesta con todas ustedes… yo no soy una de esas corredoras a las que les gusta correr. Es difícil a veces y puede ser ¡oh, tan doloroso! Algunas amigas que entrenan conmigo corren más rápido que yo, así que a veces puedo sentirme desalentada.
Me canso.
Me pregunto si el sacrificio vale la pena.
Pero los efectos de la carrera son los que me animan a salir de nuevo.
Esta carrera fue diferente sin embargo…
Unos días antes, cogí un virus estomacal… y no cualquier virus estomacal. Ohhh no, el peor virus que he tenido. Te ahorraré los detalles morbosos, pero vamos a decir que estaba muy enferma.
Pero yo no iba a dejar que eso me detuviera. Ohhh no… había pagado el precio para correr en esa carrera. Había hecho un compromiso para participar, y yo iba a seguir adelante. Así que, aunque mi cuerpo no había vuelto a la normalidad en un 100%, entré en la carrera de todos modos…
Y en la milla 8 de las 13.5 de la carrera, mi cuerpo empezó a rebelarse.
Pero yo no estaba sola en mi carrera. Las amigas con las que me había entrenado corrían justo a mi lado. Entrenamos en equipo, de manera que corremos en equipo.
Nuestra pequeña comunidad de carreras.
Yo les dije que siguieran adelante.
Yo no quería que aminoraran su velocidad. Ni detenerlas.
Di excusas.
Pero no importa lo que dije o cuánto les supliqué – que realmente quería correr esta carrera sola –ellas no dejaron de estar a mi lado.
Luego, en la milla 10 apareció.
Mi marido, que ya había completado la carrera… regresó por mí para ayudarme a terminar mi carrera. En serio, ¡no lo estoy inventando!
Y así pasé de mis amigas a mi marido… rodeada por alguien que me amaba y se preocupaba por mí siempre en el camino.
Mi comunidad.
Corrimos las últimas 3,5 millas juntos, y no fue bonito. Y me pregunté esas últimas millas por qué me hago esto a mí misma…
Pero a lo largo del recorrido, este increíble esposo mío me contó historias para ayudarme a mantener mi mente alejada del dolor que estaba sintiendo y para distraerme de mi deseo de abandonar.
“Necesité a mis amigas y a mi marido para que me ayudaran a correr esta carrera. No fue mi mejor carrera. El recorrido fue duro, pero me ayudaron a soportarlo. Paso a paso… me ayudaron a terminar la carrera.”
¿No estamos llamadas a hacer lo mismo con los que están en nuestras vidas?
No estamos hechas para vivir la vida solas.
Aunque puede que no seas un corredora, todas estamos en una carrera …
“Por lo tanto, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, dejarnos despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús , el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores, . para que no se cansen ni pierdan el ánimo “- Hebreos 12: 1-3
Y TODAS necesitamos en nuestras vidas a otros que nos ayuden a centrarnos en la línea de meta…puestos los ojos en Jesús. Necesitamos animadores para ayudarnos a perseverar a través de esos tiempos difíciles. Necesitamos amigos que estén dispuestos a permanecer en la carrera con nosotras, incluso cuando les digamos que pueden seguir sin nosotros. Tenemos que ser honestas en la vida y dejar que los amigos y la familia sepan cuándo estamos heridas y con ganas de dejarlo todo. Necesitamos amigas que estén dispuestas a correr con nosotras… incluso cuando no es bonito.
Cuando llegan los resultados de los exámenes y tenemos cáncer…
Cuando él pide el divorcio y se quiere ir…
Cuando nuestros hijos se rebelan y necesitamos un rayo de esperanza…
Nos necesitamos unas a otras.
Necesitamos comunidad con Dios y con los demás.
Fuimos creadas para ello.
Y aunque ninguna de nosotras es perfecta… dos son mejor que uno.
Oh amigas, cuánto tenemos que vivir esta verdad en nuestras vidas. No dejemos que pase otro día sin llegar con compasión a los amigos, familiares, compañeros de trabajo, vecinos… las mujeres y los hombres a quienes Dios ha colocado estratégicamente en nuestra vida cotidiana.
* Hablemos: ¿Cuáles son algunas maneras en que podemos ayudar a promover la comunidad en nuestra vida cotidiana y dar gloria a Dios en el proceso? ¿Qué te está deteniendo de mirar hacia fuera y participar más en la comunidad en la que Dios te ha colocado? Para aquellas de ustedes que están anhelando por más comunidad en sus vidas… ¿qué pueden hacer para ayudar a otras mujeres a incluirte?
¡No puedo esperar a escuchar sus respuestas!
¡Ama a Dios grandemente!
LoveGodGreatly.com
Traducido por Joanna Pérez de Merino
Grasias es de mucha bendicion lo que me mando al yo. Leerlo me animo mucho Dios Los bendiga
Definitivamente nos necesitamos unos a otros !! Doy graciax z Dios x mi esposo wue siemprd me ha apoyado y viejas amigas y ahora unas nvas amigas.